VIVIENDO DEL CUENTO (Raúl Urbina)


Raúl Urbina es filólogo, profesor de la UBU, padre de alumno de nuestro colegio y aficionado al deporte. Cuando le propusimos colaborar en nuestro blog tardó unos cinco segundos en aceptar. Muchas gracias por el magnífico artículo. Nos encanta que vivas del cuento...


VIVIENDO DEL CUENTO
Raúl Urbina Fonturbel

Es difícil saber cuándo surge la auténtica afición por la lectura, pero seguro que el primer gran momento, para mí, fue el placer de leer tebeos. Los tebeos me acompañaron desde que casi no sabía leer, apoyándome más en la imagen que en el texto, hasta que pude degustar todo el humor y la acción que pude encontrar en Mortadelo, Astérix y El Capitán Trueno.
Siguieron las típicas lecturas que se producían en mi época, con las novelas de Enid Blyton y, posteriormente, las de las aventuras e intrigas de Los tres investigadores. Confieso, sin embargo, que el gran salto lo empecé a dar gracias a un libro complementario de lecturas que teníamos en 8.º de EGB (lo que ahora sería 2.º de ESO). Este libro, una antología atípica de los grandes momentos de la Literatura, contenía unos fragmentos elegidos con gran acierto y diré –ahora que no nos escucha nadie– que me sirvió de gran alivio en algunos de los momentos en los que me aburría en otras clases. Esa maduración me condujo a la lectura voraz y apasionada, que me llevó, en un camino sin retorno, de la literatura de los grandes clásicos de aventuras y de las novelas policíacas al teatro de Shakespeare (que me pareció mucho más estimulante de lo que podía parecer para un chico de mi edad un autor “clásico”).
Otro de los grandes avances en mi afición de lector se lo debo a alguien bien conocido en este colegio: Manolo Andrés. Manolo fue para mí el gran profesor de Literatura que provocó que no solo leyese de forma extensa y apasionada, sino que, además, lo hiciese de forma profunda. Ahí nació mi auténtica vocación, que fue la de dedicarme profesionalmente al mundo de la literatura, la lengua y la comunicación.
El paso por la universidad fue fácil para alguien que leía todo lo que caía en sus manos, todo lo necesario, todo lo que podía, fuese por obligación o por placer (que, casi siempre, iban unidos). Y, además, fue también el momento de convertir la afición en una profesión. Me siento de los pocos afortunados que pueden estar sentados en un sillón leyendo un libro de ficción y decir sinceramente: “Estoy trabajando”.
La pasión se convirtió en profesión y la profesión en un compromiso: conseguir que la lectura fuese una vocación para mis alumnos. En los años que pasé como profesor de secundaria y bachillerato, mi propósito fue que mis alumnos descubrieran que la lectura era algo demasiado importante como para dejarlo olvidado en el rincón de lo anecdótico. Y, ahora, para mi gran satisfacción, tengo antiguos alumnos que son escritores, profesores o, simplemente, aficionados a la lectura que descubrieron a los grandes entre los grandes por ese milagro del aprendizaje por contagio.
Desde hace ya tiempo, como profesor universitario, sigo intentando que el mundo de la comunicación sea un poco más cercano para todo el que se acerque a mis aulas. Como lector, siempre me ha gustado alternar entre lo clásico y lo contemporáneo, entre lo novedoso y lo tradicional, entre lo vanguardista y lo comercial. Nunca me ha parecido acertado mantener la lectura encerrada en una torre de marfil a la que solo puedan acceder unos pocos elegidos, distantes siempre del resto de “la gente”.
Desde hace unos cuantos años, decidí dar un último paso en este camino, que es el paso hacia la escritura. He tenido la suerte de ser guionista en un cortometraje con cierto recorrido en festivales cinematográficos y, desde hace unos cuantos años, enredo palabras y experiencias en el blog VerbaVolant, que me hace descubrir cada día el valor que tiene escribir palabras y, sobre todo, el valor que tienen los lectores cuando se enfrentan a la gran aventura de vivir nuevas experiencias.
Ahora conocemos, gracias a los descubrimientos de la neurología, el fenómeno de la plasticidad cerebral: nuestro cerebro va amoldándose a nuestro conocimiento y a nuestras vivencias. Sabemos que nuestra mente, leyendo ficción, vive las situaciones leídas de un modo muy parecido a las de aquellos que viven esas experiencias en el mundo real. Por lo tanto, no es un tópico decir que la lectura nos impregna de vida, que la lectura es un viaje lleno de placeres interminables. Eso, para mí, es lo que significa vivir del cuento. En todos los sentidos del término.



Esperamos que otros padres y madres del colegio se animen a escribirnos recomendando libros o hablando de cualquier otro aspecto relacionado con la lectura.


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